Frases De Maria Godwin:fue una narradora, dramaturga, ensayista y biógrafa británica, reconocida sobre todo por ser la autora de la novela gótica Frankenstein. Hoy te mostrare algunas de las mejores frases de Maria Godwin ensayista y biógrafa.
Frases De Maria Godwin
- Estamos ligados por vínculos tenues a la prosperidad o a la ruina.
- Amo la vida, pese a que no es más que un cúmulo de angustias, y la defenderé.
- Sentir amor por otro, me colocará en el engranaje de la existencia que llevan los demás, y de la que ahora estoy excluido.
- Te juro que hubiera preferido permanecer siempre en la ignorancia.
- No deseo que las mujeres tengan más poder que los hombres, sino que tengan más poder sobre sí mismas.
- ¿Cómo es posible contemplar a un ser tan noble, destruido por el dolor, sin experimentar una profunda pena?
- El ángel caído se convierte en un malvado demonio.
- Como Adán, yo no parecía tener lazo alguno con los demás seres; pero su estado era muy distinto del mío en los demás aspectos.
- Sin embargo, ¡cuántas cosas estamos a punto de descubrir si la cobardía y la dejadez no entorpecieran nuestra curiosidad!
- Si nuestros instintos se limitaran al hambre, la sed y el deseo, seríamos casi libres.
- Pero yo no era dueño, sino esclavo, de unas pasiones que me horrorizaban y a la vez no podía resistir.
- Sólo de ti podía esperar socorro, aunque no me despertaba otro sentimiento que el del odio.
- Yo en cambio llevaba un infierno dentro de mi, y nadie podría arrancarlo jamás.
- ¿Era el hombre, efectivamente, tan poderoso, tan virtuoso y magnífico, y no obstante tan depravado y tan bajo?
- Ten cuidado, porque no tengo miedo y eso me hace poderoso.
- Cualquier inteligencia normalmente dotada que se dedique con interés a determinada área, llega sin duda a dominarla con cierta profundidad.
- La invención, debe ser admitido humildemente, no consiste en crear desde el vacío, sino desde el caos…
- La guerra es el juego del estadista, la dicha del sacerdote, la burla del abogado y la profesión del asesino mercenario.
- Vi cómo se marchitaba y acababa por perderse la belleza; cómo la corrupción de la muerte reemplazaba la mejilla encendida.